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¿Y LOS FUNCIONARIOS DE ROCHA?

¿Y dónde paran funcionarios del primer y segundo nivel del gabinete de Rubén Rocha? Secretarios y Subsecretarios. Aparecen solo en la película cuando los llaman a la conferencia semanera o cuando el vocero estatal, Feliciano Castro, los requiere. De ahí en fuera poco se sabe de algunos de ellos.

Pero aparte, ¿tendrán mucho trabajo?, no es fácil que atiendan a la gente en sus oficinas y mucho menos se les vea en el campo de batalla, con sus muy contadas excepciones. Y aunque estén ahí, en sus cómodos espacios, es casi seguro que él o la asistente salgan con el manido argumento de que no se encuentran en ese momento y que regresen después. Algunas veces ni los datos más elementales les piden a los ciudadanos.

Eso es una queja constante y esta es característica general de esta administración estatal, es decir, de la mayoría de funcionarios no solo es difícil dar con su paradero, sino que tampoco resuelven mucho. Todo lo tienen que ver «con el señor gobernador», al que por cierto le tienen miedo porque algunos de ellos han dicho que «los regaña».

Y eso es lo que ocurre cuando en un gobierno se centraliza todo, hasta la decisión de cambiar a una asistente o de tomar un acuerdo por más mínimo que sea. Es decir, en esas condiciones, los funcionarios no tienen margen de desempeñar con plenitud sus funciones y están ahí para obedecer políticamente y hasta para ser exhibidos, a veces públicamente, porque eso también forma parte de su papel, del riesgo que conlleva estar pintado en un puesto público. Todos tienen la culpa de los problemas que no se resuelven, menos «el señor gobernador». Él nunca se equivoca, él es muy justo y le responde al pueblo que tanto lo quiere.

Y si en las gestiones que les corresponden como funcionarios primero tienen que pedir permiso, está peor cuando se trata de finanzas, porque para eso hay una área administrativa cuyo titular les fue impuesto y es él quien decide en que se gasta o no el dinero.

En palacio de gobierno, entre el propio personal, se sabe que los jefes administrativos fueron nombrados por órdenes «externas», con el fin de controlar el pago a proveedores amigos y definir qué se compra y no, cuánto se compra y a quién.

El centralismo en esta área es tal que la mayoría de los tesoreros de los municipios, así como los directores de obras públicas y planeación, son nombrados desde «el centro», con el objetivo claro de controlar la obra pública, los respectivos permisos y el pago seguro de las ministraciones correspondientes a los proveedores “amigos”. De ese modo, las y los alcaldes se quedan atados de manos porque la planeación de la obra pública la ponen a consideración del «centro», al igual que aquellas constructoras que la van a ejecutar. Son obras fraccionadas para evitar la licitación.

Solo en el caso del ayuntamiento de Mazatlán, no pocos integrantes del gabinete, en las áreas más importantes, incluyendo la tesorería, son de fuera. En los corrillos del municipio todo mundo dice que «los nombraron desde el centro», como si en esta ciudad no hubiese personas conocidas y preparadas para colaborar con el municipio. Son fuereños que no conocen Mazatlán. Pero para quienes los envían no hay problema, porque el objetivo de su presencia es otro.

El tesorero viene de Culiacán y el director de Bienestar Social de Tepic, como si este último conociera al dedillo las colonias del puerto y su problemática, y como si no hubiese ciudadanos mazatlecos empapados con lo que ocurre en sus asentamientos, que no son pocos. Los que decían luchar contra los vicios del PRIAN salieron peor, empezando porque personajes de esos partidos aparecieron de pronto en MORENA, usurpando posiciones que debieran corresponder a verdaderos militantes guindas.

Claro, los dirigentes o funcionarios con poder, se jalaron a amigos, familiares y recomendados sin importar que algunos fueran en el pasado inmediato adversarios políticos del morenismo. Ahí están ahora empoderados, diciendo que ellos han sido siempre de izquierda. Ese es el resultado del centralismo y de la hipocresía al defender principios en el discurso, pero que en la práctica la gente observa, y la propia militancia de base, como un verdadero batidero. Eso de no mentir, no robar y no traicionar lo convirtieron muy pronto, algunos dirigentes y funcionarios, en una expresión muy cínica.